martes, 2 de septiembre de 2008

Poemas y cuentos menudos

POEMAS

Mira como mece sus alas (Stefany Molina Gamarra)

Mira, mira como el cóndor
mece sus alas sobre las montañas.
Mira como vuela tan solitario,
solo carga sus penas y dolores.
Mira como eleva su espíritu sobre el aire.
Mira como vuela bajo la lluvia infernal.
Su alma, quizá ya no tiene alma
pues lo único que le importa es su bienestar.
A lo lejos, sí, a lo lejos
aún puede columbrar un destello de esperanza,
pero no le importa nada.
El mira como la tierra tiembla,
los rayos caen, la gente muere,
pero no, no le importa;
él sabe que puede volar.
Solo tiene dos aliados: el egoísmo y su vanidad.
Su escudo, es su orgullo,
pues si alguien lo ayuda lo considera un insulto.
Se repite día a día "la gente es inferior".
Así es su vida, no aspira a nada más,
solo le basta con comer diariamente.
No se da cuenta que el mundo es una hermandad.
Si solo vives, solo fallecerás y tu nombre nadie lo recordará.

Luz en mi vida (Josselyn Morán Inca)

Quisiera encontrar un camino que me muestre la luz
Que me ayude a superar este dolor
Dejar de lado estas cuitas, dejar de lado todo,
Y echar a volar.

Volar como un ave, reír como un niño,
Sentir tu cariño, anhelar un suspiro,
Pero dónde, dónde lo encontraré,
Solo muriendo este pesar dejaré.

Cuando creí que todo estaba perdido
No solo encontré una luz sino también una verdad,
Que no hizo entender que ese dolor es pura ilusión,
Que en la vida el amor no hace sentir dolor,
Más bien te hace crecer, creer en ti y en esa persona
Que dice sentir amor por ti.

Cómo no pude darme cuenta
Que tu luz me protegía como un manto de seda
Que siempre estuviste allí y yo te ignoré
Que sufrías por mí al verme desfallecer.

Tu voz dulce y melodiosa me consolaba
Tus manos cálidas me confortaban
Con rostro munífico
Me observabas
Me dabas tu cariño con solo una mirada
En noches lluviosas conmigo te quedabas
Y solo con un beso mío te conformabas.

Hoy solo quiero decir que esa luz es mi consuelo
mi mejor compañera,
no solo da amor, también da vida
que más puedo decir, que esa luz es mi madre querida…

El viento (Díana Cáceda)

El viento sopla con euforia y la lluvia es generosa.

Hace frío aquí afuera, pero mi cuerpo…
No lo sé, él no tiembla ni siquiera se queja.
¿A caso aún tiene la calidez de tu abrazo?
¿Por qué no olvida ya que algunas cosas
no caminan con la misma velocidad?
Mi alma es traicionera,
Recuerda mis noches de madre e hijas que en el cielo celebran.
Mientras allá era la fiesta,
Yo al compás y suavemente, cantaba
Para que en tu boca música hubiera.
¿Cómo abandonar tu mirada que mi forma contemplaba?
¿Cómo no escucharte si con ternura tu vida me hablaba?
Destinos enemistados por voluntad de un dios desconocido.
Tú lejos y yo en el campo
Ay dueño de mi encanto
La tierra que es sagrada
Sabe cuánto te extraño.
La luna habla y me escucha
Dice que tu cielo son cenizas
Y que las estrellas ahora las cuentas con las manos.
Que te bañas en aguas inmensas
Que devoran humanos
Mientras yo con mi madre conversaba
Mi padre llegó trayendo luz,
Ella tuvo que irse, antes le pedí que a mi amado cuidara.
Mi alegría se entregará al suelo que alimenta y la magia sobreabundará.
No sentiré frío porque tu pensamiento me cuidará,

Danzará la sombra de mi anhelo
Y reirá cuando tus pasos oigan del eco que hace vibrarLa totalidad de la existencia.

CUENTOS MENUDOS

Camino de San- tiago (Gilmer Bernabé Sánchez)

Nos levantamos de madrugada, para hacer el camino de Santiago. Eran las cinco de la mañana, cogimos nuestros suspiros y la última risa de Mamagrande. Tú te pusiste de pie, levantaste la mano y apuntaste al sur, y anunciaste, por primera vez con dulzura y decisión: "¡ Nos vamos para hacer nuestro camino de Santiago! "Mientras todos dormían, salimos despacio para velar sus sueños, cruzamos las calles, miramos la luna y nos llevamos nuestros recuerdos. Tú decías ser agnóstico, pero bendecías la ciudad como un gran sacerdote, yo sólo reía mirando tu barba blanca.
Caminamos muchos kilómetros, 12 horas de sudor y cansancio, y por fin llegamos, nos sentamos bajo la luz tenue de una lámpara del pueblo aquel. Me miraste, sonreíste como nunca y suspiraste como siempre. Este es nuestro camino de Santiago, tan lejos de Compostela, pero tan cerca del corazón. Mientras todos se acercan a Santiago, nosotros nos alejamos. Ellos con Santiago de Compostela, nosotros con Santiago un pueblito olvidado de España. Ellos caminan sintiéndose peregrinos, nosotros avanzamos siendo peregrinos eternos. Somos ciudadanos del mundo, de un mundo sin fronteras, aunque tengamos que mostrar nuestra visa y nuestra risa en cada puerto.
Ahora, ellos ríen, nosotros con ellos, peregrinos de un mundo que es nuestro y de todos.

Tus ojos son mis pupilas (Gilmer Bernabé Sánchez)

“Perdonen señores, soy ciega pero ahora veo que mi casa se está muriendo, y por eso, alzo mi voz y me voy”. Dijo la preciosa joven, desde su vacío y su silencio mirando al mundo sin verlo. Su espacio y su tiempo eran devorados por el futuro incierto. Recogió sus últimos pasos. Juntó sus recuerdos y se puso en camino. Eran las tres de la tarde de un jueves de mayo bendito en que sus sueños habían desaparecido, y habían nacido los fantasmas de sus años cansados. Cinco perros sordos se iban con ella. Cincuenta canas, las de su madre, se quedaban con ella. La casa se fue quedando sola, llena de historias pero sola. Había envejecido con sus recuerdos. Su padre le había enseñado que él tiempo pasa y el espacio se queda. Pero hoy sentía en su corazón piadoso que los espacios también pasan. Aprendía tarde que todo pasa, solo quedan el dolor y el recuerdo. Desde los mil kilómetros de reminiscencias y olvidos, que solo pueden medir el corazón de una mujer ciega, vio como se iban cayendo su casa y sus historias. Y ahora, ella quedaba muda, porque ningún humano entendería su vida.

Esa mujer ciega, es la mujer de mis días de primavera. Ella coloreaba de risas mis noches. Me embrujaba con su voz. Al irse ella, mi casa se cae a pedazos. Ahora a pesar de ver, oír y hablar, soy ciego y mudo. Se han ido con sus ojos azules mis miradas, se han marchado con sus labios frescos y rojos, mis voces de los días de abril. Ha caminado llevándose junto a su ceguera mi tiempo y espacio. Solo me ha dejado el oído para escuchar y sentir: su beso eterno. Mientras mi casa se va muriendo conmigo y en mayo.

Comida dominical

-No me has querido nunca.
-Ni siquiera lo he intentado.
Tras diez años de matrimonio, durante una comida dominical ella no soportó más su situación y se atravesó el pecho con un cuchillo de cocina. Él, impertérrito, terminó de comer la ensalada de tomate y la carne poco hecha con salsa roja.
-He matado a mi mujer -diría después de los postres al policía que atendió su llamada.

"Billie Holiday y el hombre triste" (Reme Perni Llorente)

Cuando la cantante salió al escenario, él ya estaba allí, sentado, esperándola. Con unas copas de más y abrigado por una espesa nube de humo. Llevaba la camisa desabrochada hasta el tercer botón y la corbata desanudada. Lloraba, pero a nadie parecía interesarle su tristeza ebria.Ella estaba preciosa, de negro, como siempre, sonriendo a lo Billie Holiday, flores en el pelo y hombros desnudos. El hombre triste podía ver mariposas saliendo de su boca, su voz llena de alas. Pensaba que ella podría cantar en algún otro lugar mejor que ese. Un lugar espaciado y limpio, con público elegante y libretos de insuperable diseño con fotos de la artista; en vez de en ese garito cutre, al que entraban borrachos amargados como él.

Hombres sucios que la miraban con lascivia mal disimulada.El hombre triste dio un puñetazo tímido a la mesa. Se derramaron unas gotas de su whisky, lo que no atrajo la atención de las personas que bebían cerca de él, pues no sabían que se estaba castigando interiormente. A veces, cuando las palabras no sirven para expresar una emoción, es normal responder así, con un puñetazo apagado, un tanto estúpido, pobre señal de que las entrañas se están convirtiendo en cristales rotos.Por un instante, sólo una vez, Billie miró en los ojos vidriosos del hombre triste. No le sonrió a él ni a nadie en aquel antro, sino a la nada de una pared desconchada y obscura, la del fondo. Y aún así, el hombre triste la quiso intensamente porque, por un momento, esos cristales de dolor habían dejado de pincharle.Mariposas blancas en su cabeza. Qué voz tan maravillosa.Those foolish things.La esperanza de los viernes.

"Adiós, hola" (Miguel Gallardo Albajar)

Un día J. salió por la puerta de su casa, decidido a dejar atrás todo aquello que le había impedido alcanzar la plena felicidad.Ése mismo día M. entró en su casa y respiró con alivio al descubrir que todo lo que la hacía desgraciada había desaparecido de su vida.En Tokyo llovía en ese mismo instante.Pedro de la Ossa Antón"Una noche más"Antes de llegar a la puerta, Manuel se detuvo frente al espejo del recibidor. Revisó el perfecto estado de su pelo engominado, la camisa que se ceñía con precisión a su cuerpo de gimnasio y se abría en el cuello para dejar ver la cadena de oro. Los tejanos, perfectamente ajustados, y las deportivas último modelo brillaban en sus pies. Comprobó que había cogido la cartera, las llaves del deportivo y el frontal del equipo de música, el más potente del mercado. Si hubiera repasado detenidamente lo que llevaba consigo, se habría dado cuenta de que se dejaba otra noche más el cerebro encima de la almohada.

"Sesión numerada" (Ana Belén Climent Baeza)

Una cita. La primera, tal vez la última. Cuatro alternativas de vestido pero un solo cuerpo sin más opciones ni menos complejos. Cuatro kilos de más, diez horas de gimnasio de menos. Cuarenta y cinco minutos para hacer de mi imagen en el espejo una versión mejorada.Un blusa, una falda, un par de medias, dos tacones altos. Tres temores contra cuatro ilusiones. Dos pitidos de timbre; él, a tres pisos dedistancia.Cincuenta pasos hasta un coche de tres puertas. 70 km/h y el vientogolpeando mi cara. Unas palabras, unas sonrisas, una sala de cine.Oscuridad y él, a veinte centímetros de distancia. Una mano sobre mi pierna y diez latidos más por minuto. Cuarenta y dos fotogramas por segundo sumados a ritmos y palabras. Dos ojos brillando en la oscuridad; él, a un beso de distancia. Un susurro: "estás preciosa esta noche". Las pulsaciones suben diez más y los complejos descienden posiciones al tiempo que aumenta la presión de sus labios en los míos. Distancia cero entre él y yo.

"Dar calor" (Ana Beatriz Manzano Barrabés)

- Perdona, ¿tienes fuego?Siempre pienso que los hombres que están en los andenes de noche y solos son sospechosos de buscar algo sucio. Imposible que las miradas ansiosas de reojo se disimulen por llevar buenas intenciones. La sensación de peligro me histeriza todavía más si se acercan. Que me pidan fuego... El corazón me parte las costillas de tan fuerte que late y miro al suelo porque estoy sola, es de noche, y en todo el andén no hay más que un hombre. Justo ese que me ojea cabizbajo mientras hace el gesto de rascarse la nuca y al que tengo tan cerca como para que me hable.- No fumo.Quiero que se vaya aunque hubiera preferido responderle con voz más contundente.- No importa.¡Sí que importa! ¡Vete! – pienso. Pero en cambio se queda. Se sienta a mi lado. Vuelve a hablar:- Tampoco tenía un cigarro.Y hasta ahí sus pretensiones oscuras. Los dos sentados, uno al lado del otro, nos quedamos mirando cada unos sus manos o el espacio negro de entre las baldosas. Como para darnos calor.

"Me lo contó un pajarito" (José Antonio Márquez Fons)

Cuenta la leyenda que había una isla y en esa isla vivía otra civilización apartada de todo contacto social. Cuenta la leyenda que, aunque rodeados de mar, no sabían nada de la navegación y consideraban las azules aguas como a un dios. Cada día, después de las tareas cotidianas, se reunían todos en la orilla y oraban. Y así pasaban básicamente su tiempo (y las otras cosas que hacían no las quiero contar). Cuenta la leyenda que una noche, después de terminados los rezos y los cantos, quedando únicamente dos hombres en la orilla y con la luz de una hoguera, mientras charlaban y reían y comían y bebían, se acercó lentamente, desde la línea que no se encuentra en el horizonte, algo que flotaba por el mar.Cuenta la leyenda que aquella cosa seguí el camino de la luz de la luna proyectada en la superficie del mar. Aquellos dos hombres tardaron un tiempo en darse cuenta de aquel acontecimiento. Cuando se acercaron y vieron aquello quedaron sorprendidos y encantados. Era un barquito, hecho con madera y con una vela blanca y en la vela una cruz. Descubrieron entonces la posibilidad de recorrer el mar, de navegarlo y sonrieron alegres y se abrazaron y tanta fue la emoción en ellos que decidieron despertar al poblado para anunciar el descubrimiento. De camino allí el más joven de ellos preguntó que quién habría construido y enviado el barco. Cuenta la leyenda que eso es otra historia y que, por supuesto, es mucho más bella.

"Lectura redonda" (Belén Hernández Molina)

El libro trataba sobre una trama circular, y cuando levantó la vista le daba todo vueltas.Fulgencio Sanmartín Martínez"Aisha"Un día Aisha se despertó y se sentía como en una nube de algodón, estaba en una cama. No dormía en el suelo, sobre paja o sobre cartones, dormía en una cama. No olía a orines, a basura o a descomposición. Olía a limpio.Un día Aisha sintió el rugir de sus tripas y comió. No hubo de mendigar, no tuvo que buscar en la basura, ni se alimentó de las súplicas a su dios. Comió.Un día Aisha salió a la calle y obsevó perpleja que a su alrededor todo el mundo sonreía.Un día Aisha sintió un extraño malestar en el estómago y fue al médico.Un día Aisha salió de su casa y no se dirigió ni a una fábrica, ni a la mina, ni al campo. Fue a la escuela.Un día Aisha volvió a su casa después de corretear por las calles y allí estaban sus hermanos y su padre. Estaban vivos, no habían muerto en la guerra.

"Noticias" (Noelia Vicente S.)

Hoy Ruth mira las noticias en la televisión; normalmente no lo hace, se limita a compartir las veladas con Jacques, mirando algún reality show. La última vez que estuvieron juntos descubrieron, con una lata de cerveza en la mano, la vida de Nilda Pérez, de ascendencia cubana, que odiaba los ronquidos de su marido y decidió amordazarlo, causándole la muerte, aunque, eso sí, ya duerme de maravilla la anciana, y cuenta su historia con una sonrisa en la boca y un cóctel con sombrilla incluida en la mano.Ruth no comparte ya la cerveza, la bebe sola, vestida con una camiseta patriótica, llena de estrellas. Por primera vez se interesa por lo que pasa fuera de las fronteras, en ese otro mundo desconocido; y ve a Jacques en su pequeña pantalla, diminuto y con aire de tristeza, mientras alguien le vuela la cabeza en un instante.